Washington.- Estados Unidos y México están de acuerdo en que tienen que ponerse de acuerdo. Esa afirmación podría haber sido hecha por alguna figura inmortal de esos países -por el lado estadounidense, Groucho Marx; por el mexicano, Mario Moreno, alias Cantinflas-, pero hoy fue formalizada en el marco solemne del Despacho Oval de la Casa Blanca por los jefes de Estados y de Gobierno de ambas naciones, Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador o, como se le conoce coloquialmente, AMLO.
En un breve encuentro con los medios de comunicación al inicio de su reunión, ambos coincidieron en los principales puntos de la agenda bilateral: la crisis económica desatada por la invasión rusa de Ucrania, la lucha contra la inmigración ilegal y el narcotráfico y, en general, la coordinación de las políticas económicas entre dos países que comparten una frontera de 3.115 kilómetros, es decir, un poco más de lo que separa a Madrid de Sebastopol, la ciudad de Crimea que Rusia ocupa desde 2014.
Pero no dieron ninguna señal de que estuvieran de acuerdo en cómo resolverlos. Lo más que parece que va a salir de esta cumbre son acuerdos que incrementarán la colaboración. Sin embargo, no habrá ningún ‘Plan Marshall’ estadounidense para
Centroamérica, ni una colaboración como la que tuvieron EEUU y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial, como AMLO lleva pidiendo años. Y eso se debe a una razón muy simple: para Washington, México es un país de importancia secundaria. Ni una sola televisión estadounidense emitió el encuentro. La atención política se centraba en la comisión de investigación del asalto al Congreso el 6 de enero de 2021, en Ucrania, y en el viaje de Joe Biden a Oriente Próximo.
AMLO pidió a Biden «ordenar el flujo migratorio y permitir la llegada a Estados Unidos de obreros, técnicos y profesionales de las distintas disciplinas, mexicanos y centroamericanos, con visas de trabajo temporales».
El estadounidense subrayó que ambos países «van a abordar juntos» los problemas migratorio
Al menos, ambos presidentes escenificaron una cierta reconciliación. Lo cual no es poco.
Por paradójico que pudiera parecer, un nacionalista populista de izquierdas como AMLO se llevaba mucho mejor con Donald Trump -que podría ser considerado como un nacionalista populista de derechas- que con Joe Biden.
Súmese a ello que el equipo del actual presidente estadounidense ignora soberanamente a América Latina, y queda sembrado el terreno para que el Gobierno de México haya multiplicado sus desplantes a su vecino del norte que, muy educadamente, ha optado por callar.
El máximo ejemplo de ello llegó hace un mes, cuando López Obrador no asistió a la Cumbre de las Américas de Los Ángeles como protesta por la decisión de la Casa Blanca de no invitar a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua, y Cuba.
Pero ha habido otros desencuentros de más calado. Algunos, a nivel estratégico. AMLO ha mantenido la neutralidad de México en la guerra de Ucrania. Ha calificado la ayuda militar a Kiev contra la invasión rusa de «craso error» y ha calificado -sin explicar por qué- que la política de la OTAN es «inmoral».
Muchos, a nivel económico. México podría haber violado el USMCA, que es el tratado de libre comercio entre ese país, EEUU y Canadá que existe desde 1994 y que fue actualizado en 2019, en materia de lucha contra el cambio climático, derechos laborales, energía (al lanzar una reforma que da prioridad a las empresas estatales mexicanas) y, ahora, minería, dado que el país azteca va a asumir el control de la extracción de litio, un material clave para la fabricación de baterías de los coches eléctricos.